7.2.12

Viviéndote.



Suena la alarma. Abro los ojos y ahí estás, apenas a unos centímetros de mí. Maldita sea... Alargo la mano, atrapo el móvil y me encandilan las 7.56 en la pantalla. Me pregunto si habré dormido más de cuatro horas. Cierro los ojos, tu olor está tan cerca y la cama tan cálida... Cuando acabo de pestañear de pronto son las 8.12 y te siento ahí aún, tu belleza casi duele. Me estiro y disfruto del ritmo de tu respiración pausada. Quiero cerrar los ojos otra vez...
Suelto un puñado de maldiciones y salgo de la cama como un resorte, como siempre. No puedo evitar pensar que si no me levanto de golpe nada en el universo impedirá que me abrace a ti y no me mueva jamás. Busco mi ropa por el suelo de tu habitación mientras me recorre el primer escalofrío del día recordando cómo la perdí hace apenas unas horas. No puedo hacer otra cosa, sonrío de medio lado(ya sabes, cariño, esa sonrisa mía de medio lado de pensar en tu desnudez).
Antes de ir al baño me paro en la puerta. Tú ya te has dado la vuelta y, como por inercia, ocupado la totalidad de la cama hecha un ovillo. Tu voz aún dormida me pide que te abrigue (¡quiero pensar que hace frío en la cama sin mí!) y me derrito, dejando un rastro de caracol adormecido por el pasillo.
En el espejo del baño la realidad me despierta lentamente. El espejo dice que mi cara es un completo desastre y mi pelo, como es natural, no tiene ninguna clase de sentido lógico perteneciente a este universo. Me examino, despacio, de nuevo desnuda. Hay marcas del caminar de tus labios aquí y allí, como marcando un mapa en mi cuerpo. Las acaricio, con las puntas de mis dedos, y mi piel, que tiene memoria propia, sabe que en cierto modo ahí estás tú. Segundo escalofrío del día y sigo a doce pasos de ti. Termino en el espejo, me visto, me lavo la cara y ya estoy despierta del todo. Maldita sea... 
Vuelvo a tu habitación. La claridad de la mañana se cuela por los resquicios de tu ventana, y por la puerta, pero la atmósfera sigue siendo mágica. Huele a ti, a mí, a amor, a sexo. Huele a vida, en la más plena extensión que la palabrita de cuatro letras ha podido poseer jamás. Mientras recojo mis cosas, dividida entre la ternura y el fastidio de tenerme que ir, casi siento el calor que hay bajo tus sábanas (mi lugar en el mundo).  
Me acerco a ti despacito, acariciándote por encima de esa manta tan grande que me gusta tan poco para infundirte algo del calor que me falta ahora que no nos mezclamos. Me inclino y te beso, una, dos, tres, cuatro veces en la sien y, una vez que te giras con tus labios fruncidos de tener mucho sueño, también en los labios. Me despido con voz suave y me pregunto si te das cuenta de que gran parte de mi amor, hecho sonido, se me escapa de entre los labios. Eres tan bonita... 
Me deseas un buen día y tu te quiero va desde tu boca hasta muy dentro de mí antes de cerrar la puerta de la habitación. Me apoyo en ella, y de pronto en mi cabeza se mezclan imágenes de anoche. Dulces, intensas, suaves. 
Tu cuerpo y mi cuerpo, que se entrelazan de todas las maneras que podrían hacerlo. Tus manos, tus labios y tu lengua. Tus dientes, mi piel que se expande y tiembla con tu contacto. Tu voz en mis labios y la mía en tu oreja, distraída. Susurros, risas, confesiones y gemidos. Amor y vida, claro, en la más plena extensión que la palabrita de cuatro letras ha podido poseer jamás. Tercer escalofrío del día. 
Cierro la puerta de tu casa con firmeza, para que nada ni nadie pueda entrar a robarte el sueño en mi lugar en el mundo (bajo tus sábanas).



2 comentarios:

  1. Muy bonito. Mágico. Más mágico aún cuando me he podido identificar con mucho de lo que dice ^^

    Enhorabuena por el blog!

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    1. Muchísimas gracias por los comentarios, no imaginas los ánimos que me infunden!

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