15.3.12

Hacerlo mal.

- Dímelo. - susurra ella con voz queda, rota de cien mil reencarnaciones en erizos solitarios - Dímelo de una vez.
El universo resulta tan pesado que mantener los ojos abiertos se convierte en una tarea titánica. Él la mira a los ojos, como intentando anclarse con amarras inocuas.
- No puedo - dice finalmente, bajando la mirada hasta el infierno que se extendía más allá del final de la conversación.
Y ella, impasible en sus ojos oscuros se quebró un poco más, endureciéndose de puras mellas. Su mirada atraviesa el chico que no se echa a temblar por puro miedo.
- En ese caso lo diré yo - vuelve a susurrar , y con el último halo de su voz en muchos años lo sentencia - Hemos terminado.
Entonces, tal como había venido siete años antes en aquel baile de máscaras (siete años más bella tal vez) da media vuelta y se va.
Para nunca.

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