29.5.13

De sentir intensamente o cómo destrozar la belleza a puntapiés.



- Recuerda el momento exacto en el que te desgarres - solía decir - Coge el dolor con las dos manos y apriétalo con fuerza, contra ti. Siéntelo en tu garganta, en tus manos, en tu pulso. Entiende sin más que te estás rompiendo y aférrate a ello con uñas y dientes. Eso también es estar vivo. 







25.5.13

Oda.



Mi lengua entre tus piernas.
Moviéndose.
Mi lengua entre tus piernas, moviéndose.
Rápida.
Mi lengua entre tus piernas, moviéndose rápida.
Y sin parar.
Mi lengua entre tus piernas, moviéndose rápida y sin parar.
Hasta que te corres.
Mi lengua entre tus piernas, moviéndose rápida y sin parar hasta que te corres.




19.5.13

No es tan fácil...

...porque, nena, para hablar de amor hay que hablar también de lo que nos rompe. Hay que hablar de los nombres que nos vamos prohibiendo con el paso del tiempo y de los meses que se atraviesan sin pensar entre la garganta y el bazo (y que encima tienen la religiosa desfachatez de estar de vuelta al año siguiente). Tendríamos que nombrar los consejos desoídos y las decisiones erróneas a ratos tomadas por la libido y a veces no tomadas en absoluto. Ni un poco. Bueno, quizás un poco sí. Habría que explicar las noches de sólo olerse de reojo con la vista más allá del techo de la silenciosa habitación y de las palabras exactas puestas en el orden preciso para hacerlas incisivas, imborrables.

Para hablar de amor, nena, primero tendríamos que decir que nos hemos hecho más daño del que nadie podrá subsanar jamás. Que ya hemos perdido la aguja escarlata con la que nos cerrábamos las heridas la una a la otra, y que nos quedamos sin oxígeno para el agua desde antes de que te comiera por primera vez. Siendo honestas deberíamos contar todo lo que hemos dejado por el camino hasta llegar al amor, aunque nos quedáramos sin dedos antes de salir de casa.Y así podríamos hablar de las que nunca supimos desprendernos y de su gravedad (esa tan propia de las cosas en las que no se piensa) que hace que me hunda un poco siempre de más en los zapatos.

Sólo entonces, nena, podremos empezar a hablar de amor y si hay suerte no dejar de hablar ni un poco. Bueno... Quizás un poco sí.



(Te rompí con esmero durante mucho tiempo, con el esmero necesario para que en tus rotos encajara sin más lo que tú habías hecho conmigo.)