23.2.13

Frío.



Y quizá sonreír un poco y pensar que podemos salvarnos si hace frío y estás cerca. 
Más cerca, claro. Más cerca siempre. 

14.2.13

Mental.

Me morderé los labios hasta que queden sellados con cera roja. 
Me abrazaría las rodillas, quizá.
Voy a callarme para siempre, es lo más justo. 
Y el silencio en el fondo es divertido, siempre devuelve el eco.
Quizá esté un poco "mental" ya. Mental. Mental. Me gusta cómo suena.
Me duele el pecho. 
Me duelen los ojos.
Me duele el hombro.
La cera roja no duele. Me hará impune al paso del tiempo. 
Respirar es sencillo, sólo se trata de seguir aquí. 
Mi cabeza es pequeña, siempre tropiezo con sus paredes.
Mental.
Mental.
Mental. 


Ve.


[Ella&] Ella [&Él]

Fuera llueve. Aquí dentro sólo hace el suficiente frío como para estar acurrucados en el lado de la cama junto al pequeño calefactor. Yo estoy desnuda y tú, como siempre, recorres mi cuerpo como si fuera un paisaje nuevo, como si tus huellas dactilares y tus labios no se lo supieran de memoria. Te doy la espalda, tendida sobre el costado.
Me acaricias y sé lo que estás pensando cuando me sujetas con firmeza por el hueso de la cadera para girarme hacia ti y alcanzarme los labios. Sé lo que estás pensando en cuanto tus ojos se asoman a los míos, mientras te abres paso entre las sábanas para tratar de llegar hasta mí.

- No quiero estar aquí, pero aquí estoy. No quiero estar aquí, y sin embargo aquí me quedaré. Cuando tú te marches, aquí seguiré yo, en este punto y coma. Preguntándome quién me trajo aquí, y quién no me sacará. Cuándo conseguiré borrar el olor de tu champú de las toallas del baño. Cuántas veces tendré que apartar una taza café frío para aceptar que no lo bebo después de ti. Encontrarás la manera de que vuestras manos encajen, de que vuestras almohadas encajen. Eligirás el color adecuado de cepillo de dientes para las dos. Y yo seguiré aquí, cuando el mundo entero cambie para ti y sepas que es ella. Y yo, que seguiré siendo yo, seguiré en este piso demasiado pequeño para tener perro y sabré que eras tú y que ya no eres nada. Mis manos envejecerán aquí, pasando las hojas del periódico que has traído esta mañana una y otra vez. Tal vez me deje barba, no lo sé. El gato se preguntará por qué ya la cama no está cálida, por qué sólo queda la sombra de medio hombre que desde siempre fue frío. Mi cabeza será un caos aún, aquí anclado. Pero ahora mi caos será mío y mis miedos sólo los miedos del que no gasta dinero en perfume por la certeza de que nadie le olerá como tú lo hacías. Mi dolor será sólo para mí y a quién le importa. Se arrugará de no usarse el mapa de tus respiraciones mientras lo hacemos. Y la ducha minúscula se quedará grande para mí. Y me haré viejo, y me cansaré de masturbarme, y seguiré aquí. Donde no quiero estar. Y tú en otro lugar, donde tampoco quiero estar. O quizá sí. Quizá esto solo tiene sentido contigo, pero si tú ya no existes para mí no sé por qué te hago el amor. Y no sé por qué paro ahora. Ni por qué hundo la cabeza en tu hombro cálido ni por qué rompo a llorar. O quizá sí. No quiero estar aquí, pero aquí estoy, en este punto y coma...

Eso sería lo que dirías si pudieras hablarme. Pero no puedes. Y sería lo que yo sabría si quisiera saberlo. Pero yo no quiero saber lo que estás pensando. No quiero saber de tu soledad, ni de tus ojos de querernos a sacudidas y quemazones en otra época. Hueles a que te he guardado hondo y pequeñito en algún rincón de la eternidad, pero me da tiempo de arrugar la nariz y vestirme antes de salir por la puerta. Una vez fuera ya no hueles a nada.

6.2.13

Letras desordenadas.

Ni siquiera tú eres para siempre. Ni yo. Ni el unir de labios que hace jadear, ni las mentiras que invento para ti. Tus piernas son largas, pero no duran para siempre. Tu amor es enorme, pero no me cubre siempre. Tampoco mis te quiero, que a veces se atascan y a veces se disparan. Ni aquel confeti que barrí para tu cumpleaños, ni todo lo que susurré en tu baño el otro día mientras dormitabas en el sofá. 

Ni siquiera tú eres para siempre. Vas a marchitarte, una vez yo abandone tu vida o quizá antes o quizá ahora mismo. Ni yo. Voy a marchitarme hasta que el tiempo se de cuenta de que dejé de hacer la fotosíntesis aquella tarde de calor, que no hace falta marchitarme porque el vencedor está sólo y yo no he ganado una carrera en mi vida, ni una sola. 

Hacer el amor tampoco es para siempre. A veces sólo tienes un lunar maravilloso en el hueso de la cadera. A veces sólo quiero saber cuán vivas podemos estar, a veces hace frío. A veces pienso que voy a volverme loca, a veces sé que tú lo estás. A veces desearía tener más ganas, a veces desearía que fuésemos para siempre.  

Los besos a medias no son para siempre. A veces me duelen tus labios porque están justo donde quieren estar y a veces recuerdo que no has pensado en respirar. No se me da bien hacer café sin dejarlo enfriar o demasiado amargo y no es inusual querer simplemente coexistir. Coexistir para siempre es difícil, porque no somos para siempre. 

El eco de tus susurros parece durar para siempre. Tal vez es que cuando me voy despistando de recordarlos llegan y simplemente se repiten. Si alguien sabe hacer las cosas para siempre eres tú, el único problema es que ni siquiera tú eres para siempre.

Estas palabras no serán para siempre. Las leerás cuando tal vez yo ya me olvide de qué sentía al escribirlo. Me olvido de muchas cosas, porque los recuerdos no son para siempre. A veces no son ni para diez minutos. Y diez minutos durarán las palabras hasta que consiga sacarlas de mi cabeza y decir que me salvas de existir a medias por si acaso resulta que las palabras sí son para siempre.