31.7.12


Hay siempre mar de fondo en el amor.
Hay siempre lunas muertas, estrellas despuntadas,
sombras de muertos ángeles.
Hay siempre nubes negras y el cadáver de un cisne.

Hay un viento que arrastra los jirones de niebla
y una mano enemiga que desgarra la niebla.
Hay siempre mar de fondo,
siempre esconde el amor su aurora oscura.





Benítez Reyes

24.7.12

.

Lo odio. 
Me hace sentir pequeña, e indefensa. Una niña que no sabe jugar a la vida y que va por ahí tropezando sin nadie a quien mirar.
Lo odio porque me duele. Me rasga por dentro y por mucho que no intente pensar en ello sigue siendo ese zumbido, esa mota de polvo en el fondo de la imagen, ese instrumento desafinado que se me cuela entre el sonido del mundo.
Lo odio porque no lo comprendo. Y porque lo entiendo. Lo entiendo tan bien que sé cuándo empieza y cuándo acaba. Sé las palabras mágicas que hay que evitar, sé bien los gestos que hay que guardar en el bolsillo del pantalón. Pero no llego a comprenderlo. Jamás podría sucederme algo así. Jamás... 
Esa empatía natural de la que me jacto cuando la ocasión se presta para ello choca de lleno con un muro de cristal demasiado frío hasta para mí. Y me deja sentada, sin llegar a comprender nunca como volver atrás.
Lo odio porque es innecesario. Porque me derrumba. Porque me devuelve a aquellos días, aquellos días de mierda y cuchara. 
Lo odio porque no sé ya en qué piedra tropezar para que me guíe el resto de tropiezos de regreso a casa.

21.7.12

"Espera un momento, ...

... quiero contarte que me calmas. Antes de que hables, es necesario decírtelo para que entiendas por que te busco y te miro así. Me das paz, tranquilidad. Me subo al coche y esa media sonrisa adormilada que ofreces a todas horas me hace sentir como en casa. Te pones las gafas de sol violetas y las detesto con todas mis fuerzas, pero ese gesto de echarte el pelo hacia atrás probablemente me roba el aliento. Pero sobretodo es tu voz. Ese tono pausado, calmado y a mil años luz de mí que hace balancearme sobre las puntillas con una sonrisa colgada de los labios. Tu voz, sin duda. Es que me calmas. Me calmas, me calmas tanto... Es como si supiera que hay demasiado detrás de tu tono de voz tenue como para pensar en lo que hay tras mis silencios. Porque también me intrigas, sí. Y tenía que decírtelo. Debía decírtelo. Y ahora arranca de una vez el coche y falla intentando poner la música que me gusta, pero no me digas nada. Déjame hablar a mí. Déjame contarte que eres mi paz... Y luego ya hagamos como si no nos miráramos a media luz"

12.7.12

Nietzsche sobre Heráclito.

"¿Existe culpa, injusticia, contradicción y dolor en este mundo? ¡Sí!, exclama Heráclito, pero sólo para el hombre de inteligencia limitada que ve únicamente lo separado, y no la unidad; y no para el dios. Para éste, todas las cosas y sus contrastes, los contrarios, no conforman más que una totalidad armónica, invisible para el ojo del hombre común pero comprensible para quien, como Heráclito, es semejante al dios contemplativo. Ante su ardiente mirada no queda ni una gota de injusticia en el mundo que se expande a su alrededor; incluso Heráclito superará aquella dificultad cardinal (¿cómo es posible que el fuego puro pueda adoptar formas tan impuras?) mediante una metáfora sublime. Un regenerarse y un perecer, un construir y destruir justificación moral alguna, sumidos en eterna e intacta inocencia, sólo caben en este mundo en el juego del artista y del niño. Y así, del mismo modo que juega el artista y juega el niño, lo hace el fuego, siempre vivo y eterno; también él construye y destruya inocentemente; y ese juego lo juega el eón "consigo mismo". Metamorfoseándose en agua y en tierra, lo mismo que un niño construye castillos de arena junto al mar, un fuego eterno construye y destruye y de época en época el juego comienza de nuevo. Un instante de saciedad; luego, otra vez le acomete la necesidad tal y como al artista le oprime y le obliga el deseo de crear. No es el ánimo criminal suscitado por la saciedad sino el animo incesante de jugar el que da vida nuevamente a los mundos. El niño se cansa de su jueguete y lo arroja de su lado o de inmediato lo toma de nuevo y vuelve a jugar con él, según le dicta su libre capricho. Mas en cuanto construye, no lo hace a ciegas, sino que ensamba, adapta  edifica conforme a leyes, siguiendo un patrón, y conforme a un orden intimo. "


Friedrich Nietzsche: La filosofía en la época trágica de los griegos.